domingo, 11 de octubre de 2009

DE LA DESAZÓN AL DESAHOGO, EN SÓLO TRES MINUTOS















La gente que copó el Monumental para ver a la Selección estuvo distante en el arranque y pidió por Palermo antes de la media hora. Se encendió tras el gol de Higuaín, pero el empate generó terror. Hasta que el Loco desató la euforia de todos, en pleno temporal.
En medio de una compleja situación futbolística y con el pasaje al Mundial de Sudáfrica en duda, el público dijo presente en la cancha de River para apoyar a la Selección y presionó de manera constante por el ingreso de Martín Palermo. Luego de la desazón que reinaba por el empate de Perú, la hinchada argentina estalló en euforia e idolatró al héroe de una dramática jornada.
No obstante, la algarabía detallada se esfumó a medida que el equipo dejó agrandar a Perú. Entonces, la gente activó el “Movete, Argentina, movete, movete y dejá de joder…” y se vivieron los minutos de mayor aliento, en el medio de una lluvia torrencial. La fiesta se transformó en una pesadilla tras el gol visitante. Las caras de incredulidad e impotencia se multiplicaron. El Mundial parecía muy lejano.
Pero Palermo apeló a su mística y cambió la historia con un gol que resucitó a todos en pleno temporal. La ovación, con sabor a gratitud y devoción, fue toda para ese goleador único, el salvador. El pitazo final de Ortubé le dio rienda suelta al desahogo, poco importó la pobre imagen exhibida. “Palermo, Palermo”, aún se escuchaba en las adyacencias de Núñez un par de horas después del duelo. Un grito para guardar en la historia, un agradecimiento eterno.

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